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De cacería (muy recomendable)

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Anécdota: José Alvaro Gutiérrez
Fotos: Francisco Vázquez

Serían los años 80 cuando ocurrió esta historia, yo estaba muy emocionado porque por primera vez era invitado por los más grandes a ir de cacería al cerro El Pedregoso, ¡¡imagínense!!
En el grupo estaban Chichí Félix, Francisco Vázquez, Benjamín Acosta, Manuel Martínez, Rodrigo Armenta, Manuel Guerrero, Eduardo Gutiérrez, un gran perro que se llamaba “Koyac”, pastor alemán de muy bonita estampa, y yo Alvaro Gutiérrez.
Fue muy agradable el alboroto de lonche que llevaríamos, en el que predominaban las sardinas, atunes, tacos de frijol y papas, huevos cocidos, tortillas de harina; esenciales las galletas saladas, los chiles jalapeños y chiltepines; cigarros, vino, pero lo más apreciado LA CERVEZA, ésa no debía faltar y había que cuidarla muy bien.
Los líderes tomaron muy en serio su papel y cuidaron que el consumo del líquido ambarino durante el traslado fuera poco para poder disfrutarlo en los mejores momentos, sobre todo si teníamos que festejar el hecho de matar algún venado, que era el propósito.

Al agua pato

El traslado fue en lancha, no sé de quién era, pero alguien nos dio raite a la presa para que la abordáramos a un lado del edificio, justo donde lo hacían los gringos, nos dijimos ¡y nosotros por qué no! También podíamos.
Era largo el trayecto desde el punto de salida hasta el cerro El Pedregoso, hicimos como unos 50 minutos en la embarcación en la que se autonombro un responsable, el que más experiencia tenía en estos menesteres.
El valiente, fregón y astuto capitán de la lancha siempre estaba dando indicaciones, acomodando a la tripulación y equilibrando el peso: “tú topo para allá, tú zambo quédate ahí, papo ahí estás bien, Liebre déjame ver, tú gringo pásame una cerveza, Gallo dame un cigarro, Tecolote no te estés moviendo, etc., etc.”
Al fin nos acercamos a la orilla, continúan las órdenes “¡apaguen el motor, saquen los remos!” y ahí vamos los súbditos dándole y dándole con los palos de álamo macheteados.
De pronto alguien no sigue las indicaciones del capitán y éste se molesta, abandona su puesto con el cigarro en boca y se dirige a la punta de la lancha para hacerlo él mismo, en eso, por el bajo nivel del agua la embarcación choca con algo, el impacto es fuerte y ¡en la madre! Sólo vimos el cuerpo de nuestro líder volar por el aire, por más que quiso sostenerse de Benjamín no lo logró, será que el zambo suponiendo lo que a él le pasaría de una manera muy habilidosa movió su hombro muy rápido, evitando que el capitán se pudiera salvar de la mojada.
Quihubo, quihubo, todo fue tan rápido en esta acción que todos comenzamos a movernos también ocasionando que el peso en la lancha se desequilibrara, pero contrario a lo que pensaron no nos caímos, aunque vimos muy cerquita un remojón para nosotros también. Aunque estábamos en la orilla y todos sabíamos nadar, imagínense que hubiéramos perdido la cerveza y ¡¡¡los tacos!!! eso sería una tragedia.
Recuperados del susto el orgulloso capitán voltea estando dentro del agua y nos dice con voz enérgica: ¡Pásenme la cuerda! (increíble, pero el cigarro no se le mojó y lo seguía fumando)
Como ya no estaba hondo, él, caminando cada vez más hacia la orilla, nos quiso convencer que se había tirado al agua para jalar la lancha, porque el motor podía agarrar algo y se dañaría (si les digo, muy hábil y astuto).

Arrasó con todo

Luego del rápido desembarque acondicionamos el lugar donde acamparíamos y si teníamos suerte donde pondríamos la carne de los animales que cazáramos, podían ser venados o cochis jabalí.
Las hieleras eran las más cuidadas, pues insisto, ahí iban los dos de 24, menos las cheves que nos tomamos en el camino, unas 18, entonces había que guardar las que quedaban para otro día, como lo dije antes, para celebrar alguna caza de pieza mayor.
Había que prevenir y juntamos bastante leña para los dos días que estaríamos ahí, aunque con suerte llegando, llegando, podríamos lograr el objetivo y festejaríamos de una vez ¡¡¿qué no?!!
El capitán organiza de nuevo y define la estrategia, los de mejor puntería en qué punto se irán, los menos experimentados serán los de la aventada y él quedó en estar más adelante por si a los otros se les iba la presa.
“Yo me los echo por donde pasen”, decía el cazador con experiencia que ya había acompañado a los viejos “colmilludos” de este deporte en aquellos tiempos como el Torote, Medina, Ramiro, El Cochino, Pancho Martínez, etc. De seguro se me pasan varios, pero él los había acompañado como novato y ahora él para nosotros era un experto.
Me tocó obviamente de aventada y había que darles el tiempo justo a los tiradores para que tomaran sus puestos e iniciar el camino haciendo ruido, yo por la falda del cerro, y no recuerdo si Rodrigo por el otro lado, aventando piedras al centro para hacer que salieran los animales.
La tarde pardeaba y era un silencio total, salvo la fauna nativa como palomas, chontles, huitlacoches, cardenales y demás nombres de pájaros.
Al acabar nos reuniríamos en un punto para regresar todos juntos, y ahí vamos tirando piedras y haciendo ruido, sacándole la vuelta a los civiris y choyas así como los mezquitillos (muy bravos, casi como los jala pa’tras como le decíamos a algunas especies de gatos, arbustos parientes del palo fierro, que tienen muchas espinas en forma de gancho). Caminamos bastante, por fin fuimos encontrando uno a uno a los de los puestos y el reporte era de cero observación, ¡pero cómo! si nosotros habíamos hecho bien nuestra parte, al menos que no hubiera, como habían dicho los que determinaron el lugar de cacería, que HABIA MUCHO VENADO. Típicas esas mentiras…
En eso se oyen dos disparos del 30 que traía nuestro cazador de experiencia “EL CAPITAN”, con tiros reformados por él mismo ¡eeeeeeeeh qué les parece! (estaba preparado para el oficio). Comenzamos a correr, todos queríamos ver algo a unos 300 metros, al fin lo encontramos.
¿Qué pasó? ¿Dónde está? Respuesta: se escapó. ¿Sería cierto?, cuando menos dio la esperanza para que al otro día lográramos algo, había que tener ánimos y hacer la aventada mucho más larga. Uy si ésta apenitas la había librado. Pero cómo rajarte si siempre habías peleado por una invitación de éstas, ahora te friegas, me decía. ¡¡¡Haber si te alborotas otra vez!!!!
Dichoso Benjamín (el Güero tragedias) que se había quedado cuidando el campo y haría la lumbre calculando el regreso para cenar, podría ser de dos formas, calentar el lonche, o asar carne de venado, ¡¡¡si chuy, cómo no!!!
Como ya teníamos mucha hambre y estaba lejos el lugar del campamento, cuando subimos a una loma descubrimos un esplendor, pero grande. “Eso es un incendio”, dijo alguien. Cosa rara ver en el monte una vislumbra tan grande, “oyes”, exclamó uno más (modismo empleado para pedir atención), “pero cómo”. “Aguas porque está justamente rumbo al campo, agregó el Capitán, “apúrenle, sabe qué pasaría con el tragedias”.
Al irnos acercando cada vez más, rara la cosa, se oían unas carcajadas fuertes, ¡ha chingado!, qué estará pasando pues.
Por fin se vio todo claramente, había una lumbrada como de 4 metros de altura, toda la leña que habíamos juntado para dos días se estaba quemando y el Güero estaba viendo la lumbre y soltaba la carcajada (en ese tiempo había una canción de los Cadetes de Linares que decía: me gusta quemar mi casa, por verla de frente arder). Estaba pero si bien borracho, eso lo inspiró a quemar toda la leña, ¿inspirado, borracho? Alguien revisó las hieleras pues nuestro temor crecía y crecía. Una completamente vacía y la otra por terminarse, arrojó la inspección.
En la madre, este cabrón se tomó toda la cerveza, pero no le hacía nada lo que todos le reclamábamos, al contrario, más se carcajeaba. “Y el lonche también”, gritó alguien. Revisó todo y comió hasta donde pudo el muy canijo...
Por obvias razones el viaje de regreso tuvo que ser adelantado.
Hago un reconocimiento y felicitación al CAPITAN, me refiero al gran amigo de muchos, muy inteligente y buena persona, como le quieran llamar “el Chichi”, “ el Marciano”, “ el Chilocas”, “el Manis”, “el Cochinito”, etc, etc. Pero el es: Manuel Félix. Y a todos los demás que conformamos esta aventura.
PD. Como complemento cabe mencionar que el Capitán no le dio casi funciones al “Gringo” Manuel Martínez, por que ya era su cuñado.
Y Pancho Vázquez no disfrutó mucho por quitarle las choyas y espinas cada rato al “Koyac”.

4 comentarios

Maribel -

Que anecdota tan divertida y narrada con lujo de detalle. Parece ser que tengo tambien un hermano escritor...Felicidades al capitan, que los supo dirigir y regresar con vida...No sabia que Benjamin era teporocho (ni hablar) aun asi lo recuerdo con cariño.Ya se me habian olvidado los famosos apodos. A mi me llamaban "El camaron". Por cierto es lo que mas me encanta comer. Muchos saludos a todos los participantes de esta historia, parece que se divirtieron de lo lindo a pesar de todo.

Pancho Vázquez -

Recordé que el nombre del perro era "KOYAC" que por cierto aparte de batallar con el por las choyas, también se hizo muy miedoso para los balazos y si recuerdan se nos perdió.

Eduardo "Lalo" Cuevas -

Primo, que buena ganada les dió el Benja, jajajaja, sin duda se la pasó féliz el desgraciado, jajajaja.

Aleyda -

Espero que lo hayan disfrutado y que reconozcan el esfuerzo y la colaboración de los participantes. A los mencionados en dicho texto, creanme que es con todo respeto.
Sigan aportando anécdotas.