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La indemnización

Se dice que cuando los habitantes de Buenavista estaban en su anterior predio, es decir el que quedó bajo el agua de la presa, su tierra comprendía 40 mil hectáreas para 187 comuneros; ahora son 184 hectáreas para alrededor de 180 personas.
En una entrevista publicada en un periódico mi tío Alejandro Gutiérrez Acuña explicó que cuando les hicieron la propuesta de la construcción de la presa, pensaron que sería un acto benéfico para ellos y la ciudadanía cajemense, así como para los productores de los valles.
Algunos solicitaron su traslado a los valles agrícolas del Yaqui o Mayo, actividad que realizaron sin éxito.
Los comuneros recibieron 45 pesos por hectárea y apoyos para el traspaso de sus pertenencias al lugar en que se fundaría el nuevo Buenavista.
Según mi tío Jando el dinero de la indemnización no alcanzó para establecerse, por lo que tuvieron que recurrir a los créditos que ofrecía el Banco Rural (Banrural) con el que también les fue mal.
Los intereses aumentaron desconsideradamente y el Banco tuvo que cancelar los créditos.
Hasta hace algunos años hubo una reestructuración de la cartera vencida y se “alivianaron” un poco, pero no lo suficiente.
“Nunca pensamos que resultaríamos afectados con la reducción de nuestro terreno tan significativamente”, aseguró, “muchos viejos ya murieron pero aún quedamos quienes vimos cómo lo que podía prosperar no se logró”.
Manifestó que la obra de la también conocida como presa del Oviáchic, tuvo un perjuicio del 90 por ciento para ellos en lugar de beneficio como esperaban.
Lo que es importante resaltar es que algunos (muy pocos) de los pobladores resultaron beneficiados con la construcción que les dio trabajo y posteriormente otros comenzaron a laborar en la planta de la Comisión Federal de Electricidad.

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